ITINERARIO ENTRE MANCHA REAL Y BAEZA

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Si desea contactar con la parroquia de La Encarnación, su tfno. es: 953 300 126

Actual puerta del convento

Mancha Real, ciudad que comenzó a ser nombrada como tal a comienzos del siglo XVI debe el origen de su nombre a la época romana, en la que el paraje estaba poblado de toda suerte de árboles y vegetación. Según algunos autores “por la abundancia de árboles de todas especies y de vegetación que harían que, mirando a distancia, el paisaje fuese una verdadera mancha de espesor y de verdura”, que comprobamos en la frecuencia con que se habla en los libros capitulares de la riqueza forestal de su dehesa y monte bajo. Este fue el paisaje que encontró san Juan de la Cruz.

NESIMA

Puede resultar difícil imaginarnos el ambiente y época (para lo cual algo se ha novelado y descrito, además, con cierto rigor y calidad), sin embargo, en este camino hacia el interior que venimos recorriendo de la mano de san Juan de la Cruz, es más fácil:

¡Oh, Señor Dios mío!, ¿quién te buscará con amor puro y sencillo que te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean? (D, 2)

Y con este espíritu llegó san Juan de la Cruz a Mancha Real en 1586, recién llegado del Definitorio que se celebró en Madrid y que concluyó el 4 de septiembre. Más de 300 km (o, dicho en el lenguaje de la época, alrededor de 70 leguas) que recorrió seguramente en unos diez o doce días, entrando en Andalucía -una vez más- por La Peñuela (actual La Carolina), hacia Baeza y, de ahí a La Manchuela, que era como se llamaba entonces.

Conventos en los que seguramente detuvo su paso, retomando fuerzas, haciendo un alto en el camino. ¿No pasaría también por Beas? Seguro que sí, o por El Calvario quizá. O La Fuensanta, naciente Colegio de los Carmelitas Descalzos…, seguro que también.

El caso es que el 12 de octubre de 1586 se funda el convento de los Carmelitas Descalzos en Mancha Real.

Toda una experiencia que llegó hasta mediados de 1800 -tiempos de exclaustración-, unos doscientos años de presencia Carmelita en esta “muy noble y leal villa” de entonces que, con sabio acierto, sabe conservar las columnas de su historia. La austeridad, el vivir en comunidad, la mística, no lo son menos, y en la obra de san Juan de la Cruz, lo encontramos renovado:

“Porque nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el mismo amor la infunde” (2N 12, 2)

Para ampliar la información relativa a la fundación del Convento, remitimos al excelente trabajo del Dr. Rafael Roldán y Guerrero, que puede encontrar en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2081939

¿Fray Juan de la Cruz andariego?

Último tercio de 1586, Juan de la Cruz es Vicario de Andalucía:

– El 4 de septiembre está en Madrid

– El 12 de octubre funda en Mancha Real. Aquí se queda hasta primeros de noviembre.

– A mediados de noviembre está en Granada, para la elección de Priora.

– El 23 de noviembre está en Málaga (quizá para recoger a la nueva Priora elegida para el Convento de Granada)

– El 28 de noviembre está en Granada, pues por graves motivos han de repetir el proceso de elección.

– A mediados de diciembre va a Caravaca, para la fundación de los Descalzos…

Es decir, entre septiembre y diciembre, andando: Madrid, Mancha Real, Granada, Málaga, Granada, Caravaca. Pero, más que “andariego”, habría que decir “obediente”, al cumplimiento de sus obligaciones:

“Más quiere Dios en ti el menos grado de obediencia y sujeción, que todos esos servicios que le piensas hacer” (D,13)

Un tiempo en el que cualquier viaje era de por sí una aventura de incontables riesgos: caminos sin roturar, bandoleros, climatología adversa y precariedad. En ese año de 1586, además, fray Juan de la Cruz había estado en Córdoba, Sevilla y Toledo. ¿Cómo no organizarse los viajes? Ningún paso lo daba en balde; toda ruta, todo itinerario servía para atender sus obligaciones como Vicario, confesor, sacerdote, fraile. ¡Y escritor! Baste leer sus cartas desde Sevilla, y otros lugares, también de este mismo año.

En soledad vivía,

y en soledad ha puesto ya su nido;

y en soledad la guía

a solas su querido,

también en soledad de amor herido

(CB, 35)

Caminando entre Mancha Real y Baeza, 2022

Mancha Real aseguró y corroboró una “inercia fundacional” imparable, en la que san Juan de la Cruz marcaba los pilares del silencio y la humildad, su denodada entrega al Evangelio, y que hoy camina contigo (si tú quieres) El Calvario, Sevilla, Baeza, Córdoba, Málaga, Caravaca, Lisboa…, no quedaban atrás. Ni delante. “La Manchuela”, Mancha Real de hoy, una más, lugar especial que sigue sus pasos.

LAS ESCUELAS

Es la primera pedanía de Baeza, una aldea a 10 km del río Guadalquivir, de bonitas casas labriegas en el extenso horizonte de olivar, destacando a lo lejos Sierra Mágina, por su inmensidad. En su paso por estos caminos, quizá fray Juan de la Cruz aliviara su caminar en las salubres aguas de Arroyo Salado, tan conocidas por sus virtudes terapéuticas. Hoy esta pequeña población nos ofrece un descanso incomparable y, junto a su fuente, reponer agua y paz.

Las Escuelas

RECORRIDO ENTRE MANCHA REAL Y BAEZA

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Breve descripción del itinerario entre Mancha Real y Baeza, 32 km aprox.

Duración previsible, a un ritmo medio: alrededor de 8 horas.

Salimos de la Plaza de la Constitución, con su Iglesia parroquial de San Juan Evangelista (construida por Andrés de Vandelvira y Juan de Aranda y Salazar), muy cerca del antiguo Convento de los Carmelitas Descalzos fundado por San Juan de la Cruz en 1586. Seguimos por la avenida del santo hasta la carretera de Úbeda y tomamos la Vereda de Mancha Real a Jimena. Pasamos La Puente en arroyo Frío y arroyo Sequillo. Seguimos avanzando por la C.R. de Pozoblanco y cruzamos el arroyo Vil. Por el camino de los Grajos llegamos a las ruinas del castillo de Recena y cruzamos el río Torres (1,5-2 horas). Remontando Peñas Prietas cruzamos el Camino de Torres a Begijar y Moragón. Iniciamos ahora el paraje de las Cañadillas pasando los arroyos de la Fuensanta, de la Pila y del Peñón hasta llegar a *las Escuelas* (pedanía ya de Baeza). Aquí hay un pilar de agua potable (3 horas). Luego no habrá más puntos de aprovisionamiento.

Iremos descendiendo progresivamente por el cordel de puente Mazuecos a la Argamasilla, hasta el *puente de Mazuecos*. Éste, obra de Vandelvira, aunque con una desacertada recomposición tras su derrumbe por una gran riada. (llevaremos aproximadamente unas 5 horas, depende de los necesarios descansos…)

El Guadalquivir, cerca de su paso por el Puente Mazuecos

Tras cruzar el Guadalquivir remontamos por el llamado camino de Tres Fuentes hasta la antigua vía del tren y por la loma del Narro llegaremos a Baeza, a la Fuente del Fraile, a los pies de la Casa del Vicario, lugar del primer convento Carmelita Descalzo.

Fuente del fraile, en Baeza

*Posibles puntos de reunión, evacuación o avituallamiento*: las Escuelas y Puente Mazuecos. El recorrido de todo este itinerario es ligeramente largo. Puede ser acertado considerar un alto en “Las Escuelas”, como lugar intermedio.

Todo el recorrido puede hacerse en vehículo aunque es conveniente 4×4.

El tramo más complicado es el paso del río Torres a su paso por el castillo de Recena. Según las circunstancias meteorológicas, si acompaña un vehículo 4×4, es posible que precise bordear la ruta marcada

Es fácil acceder a cualquier punto del recorrido desde la autovía A-316.

Desde Mancha Real siguiendo por el carril la Vereda de Mancha Real a Jimena.

A las Escuelas por la JV-3034 desviándonos por la A-320 entre Mancha Real y Jimena.

Al puente de Mazuecos se puede acceder por la J-3030 desde Jimena a Garcíez y al Puente de Mazuecos, o también desde el Puente del Obispo. Desde Baeza por la Loma del Narro y Camino de Tres Fuentes.

Un descanso en tu caminar… Cuento de Miguel Márquez Calle, ocd.

Moisés era tartamudo

Es verdad que hemos andando inconscientes en el océano tranquilo y despreocupado de nuestras madres antes de nacer, pero es también verdad que, echados a la vida, todo es una amenaza para nuestra seguridad interior si no aprendemos a confiar.

Moisés, intuyendo la suerte que le esperaba, arrancado del regazo de su madre por la cruel decisión de un faraón, a su vez amenazado, fue dejado en el río, a la deriva, privado de la cálida voz de su madre.

Cuando el niño sintió a sus espaldas la insegura mano de las aguas, un miedo profundo se apoderó de su cuerpecillo y de su alma, comprendiendo que su viaje era un viaje a lo incierto, a morir. Allí mismo el miedo bloqueó su habla, antes, mucho antes de que supiera hablar. No valió que luego la hija del faraón, por indicación de aquella niña hebrea, su hermana, lo volviera a su madre; demasiado temprano había experimentado lo incierto de la vida. Ese miedo lo acompañaría, como una señal, reflejado en su tartamudez.

Así, como un temor inconfesado, las aguas eran para él lugar de oscuros pensamientos y llantos pasados, que ahora disimulaba en la buena apariencia de su porte y en su agilidad para la lucha y las carreras.

Fue el miedo a reconocer ante el faraón, su padre, el crimen y asumir haber dado muerte al egipcio, reconociendo ya su verdadero origen, por lo que huyó al desierto, lejos de aquellas turbias aguas en las que había perdido toda confianza en los demás y en sí.

Más tarde, cuando en los dominios de Jetró, pastoreando, se encontró con el misterio de Dios, el Innombrable, tocó su alma donde más dolía y le pidió lo imposible para él: volver al Nilo, cruzarlo y hablar, ¡oh, hablar a Faraón de que dejase libre a su pueblo!

Pero lo hizo, no podía dejar de hacerlo, por amor a aquellos ojos de Dios… se mantuvo erguido ante Faraón, aunque dentro temblaba como un niño en el agua, sin saber nadar. Afrontó todo lo que Yahvé le pedía, cada día cosas más impensables, aunque la más difícil estaba por llegar.

Con todo su pueblo fiado en él y los egipcios pisándoles los talones, el mar Rojo se interpuso renovando los miedos de la infancia, y una desconfianza infinita puso ante su paso todos los miedos juntos llevándole a ese lugar de sí mismo de donde siempre había logrado escapar… El tiempo era inminente; todo apremiaba y el pueblo pendía de un acto heroico de fe, de un niño solo…

Sucedió entonces: Moisés dio el paso más difícil de su vida: introdujo su pie en el agua… El mar se partió por medio dejando abierto el camino de la libertad. El mar de sus miedos quedó quebrado para siempre, y avanzó con su pueblo rebosante de emoción.

Allí quedaron sepultados los egipcios, sus miedos infantiles y su tartamudez. Yahvé lo había curado para siempre por su confianza.

Moisés entonó y danzó con María cánticos de acción de gracias a Yahvé, Señor de todos los miedos y de las aguas.